domingo, 28 de febrero de 2010

Filosofando

Últimamente la prensa está repletita de ejemplos de personas que, al final, son lo contrario que decían ser o representar. No se me ocurre juzgarles, pero su lectura me ha provocado una reflexión, que si bien no es muy sanitaria, tiene mucho que ver con esto de las relaciones personales y/o virtuales

Me acuerdo mucho de una monja de mi colegio. El madre Aguilar. Era la Prefecta del colegio pero le llamábamos la Madre Perfecta. Todo el día con su moralina de pacotilla, subida en su púlpito farisaico, predicando desde su personal ética. Era una verdadera coñazo, un cansina hasta la saciedad.

Me he acordado de ella al leer este texto:

Un intelectual es habitualmente alguien que no se distingue por su intelecto. Se atribuye a sí mismo ese calificativo para compensar la impotencia natural que intuye en sus capacidades. Es el pan de cada día. El incompetente siempre se presenta a sí mismo como experto, el cruel como piadoso, el pecador como santurrón, el usurero como benefactor, el mezquino como patriota, el arrogante como humilde, el vulgar como elegante y el bobalicón como intelectual. De nuevo, todo obra de la naturaleza, que lejos de ser la sílfide a la que cantan los poetas es una madre cruel y voraz que necesita alimentarse de las criaturas que va pariendo para seguir viva.

Cuántos de estos hay por el mundo. Este mundo, que cada día se parece más a un gran Zoo, donde hay animales y alimañas, pájaros y pajarracos, bóvidos y bobos de cortar.

Cuanto intelectual finolis, de los que no cagan, a lo sumo, defecan, que no mean, miccionan, que no escupen, expectoran y que cuando se ponen bordes y les nubla la rabia, subiéndose al púlpito para proclamar sus soflamas, dicen que están haciendo pedagogía. ¡Que el resto del mundo está muy necesitado de sus sabios consejos!

Son de los que terminan las broncas con frases de amiguetes diciendo, “creo que la discusión no da para más, al menos desde mi punto de vista”, para al día siguiente volver a tocarte las narices. De los que se despiden con abrazos, falsos hasta el tuétano, en vez de decir la verdad: A la mierda los abrazos y que corra el aire

Pero que haríamos sin ellos. A mí me gusta encontrarme, de vez en cuando, a alguno de estos personajes, que han heredado la moral por vía genética, porque me estimulan. Me crezco. Me sale mi lado más macarra y barriobajero, me ajusto la navaja en la liga y me encanta decirles: Guapito de cara, si quieres encontrarme, me encontraras. Si quieres guerra, la tendrás. Y como yo no tengo principios ni moral, incluso soy pseudónima, que es lo peor que se puede ser, prepárate para una guerra sucia. ¡que lo sepas!

PD: Todo parecido con la realidad es pura coincidencia.

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