A quien va dedicado este post es tan corta que pensará que con ella no va la fiesta.
La envidia es la religión de los mediocres. los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienvenido aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá.
La envidia es la religión de los mediocres. los reconforta, responde a las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños. Bienvenido aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca les pertenecerá.
David Martín
yo prometo que sigo por aquí aunq no intervenga últimamente, pero..... también me he perdido!
ResponderEliminarRecuerda Lis que "el sabio habla de las ideas, el inteligente de los hechos pero el vulgar sólo habla de lo que come" y mi amigo árabe suele decir que "se castiga al envidioso haciendole el bien" aunque estoy seguro que tú no estrás en absoluto de acuerdo.
ResponderEliminarNi por el forro de mis ovarios. Los cánceres sólo entienden de tratamientos agresivos.
ResponderEliminarY que conste que tu no has tenido en la vida un amigo arabe. Como mucho un japones que se hizo el harakiri porque no soportaba a un amigo arabe que tenía y que era un santurron.
Los envidiosos hacen mucho daño pero el más grande a ellos mismos. La falta de inteligencia, entre otras cosas, produce mezquindad que, por lo que yo se, va de la mano con la envidia.
ResponderEliminarMafalda